Por: Carolys Helena

@carolyshelena

Partimos de esto, de los tiempos en los que todo era una idea, una conversa clandestina, un impulso traído a verbo por la conciencia de Patria que está anclada a una memoria colectiva ancestral, cuyas primeras palabras estoy segura tienen todo que ver con la dignidad y por ello entendemos lo que nos jugamos en cada contienda. 

 Una amiga hace poco traía a la conversación un poema del larense Carlos Angulo, que decía algo como “quien no conoce lo que tiene, no sabe la magnitud de lo que traiciona” (pido perdón de antemano al poeta si no es exactamente así), pero recuerdo con claridad lo que me hizo sentir escuchar esas palabras, durante los días en los que la batalla de las ideas comprende tanto de cuerpo, tanto de corazón, tanto de espíritu y es tan cierto.

 Para cualquier persona que haya entendido que nuestra historia comprende más que nuestro contexto individual, que de por sí es el aluvión que lo impregna todo y eso lo sabemos; el tejido narrativo que representa la dignidad de un pueblo pasa por asumir que esta, está estrechamente ligada a la naturaleza racional del ser humano que nos llama sin aspavientos a vivir de acuerdo, en consonancia con nuestro entorno vivo y a cultivar las virtudes de la justicia, la templanza y la sabiduría.

 Porque es así, la dignidad es un bien inalienable que define sin duda la esencia humana. Asumirla como concepto funge como un ancla emancipador para vivir una vida plena y significativa, independientemente de las circunstancias externas.

 Hemos enfrentando a todos los embates que le es posible transitar a un país, gracias a ese impulso colectivo que llamamos dignidad, sabemos del peso que conlleva la carga de ser un pueblo despierto, con la mirada y la presencia en el ahora y desde ese punto parte ser ciudadanas y ciudadanos de la dignidad.

 Ahora bien, como también lo hemos hablado en otras ocasiones el agua que no se mueve se estanca, por eso ahora más que nunca necesitamos estar con los pies puestos en la tierra para atender con precisión el momento histórico que transitamos, siendo las hijas e hijos que rompieron con el silencio y dieron sepultura al facismo y escribir en tiempo presente una narrativa que no solo contenga sino que sostenga nuestra moral y nuestra dignidad con la verdad que es precisamente aquella que dicen los pueblos que tienen la frente en alto, por eso aquí nadie se duerme, aquí tomamos la franqueza y nos vestimos de ella para seguir emancipando corazones en defensa de la paz y de la alegría.

 Nosotras y nosotros seguiremos venciendo.

 ¡Palabra de mujer!

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